El presidente de la Fundación Española de la Nutrición recuerda que la industria alimentaria permite preparar platos sanos y baratos en tres minutos
GRANADA. El presidente de la Fundación Española de la Nutrición (FEN), Gregorio Varela Moreiras (Madrid 1962), ha intervenido esta semana en varias sesiones del XX Congreso Internacional de Granada. El catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad San Pablo CEU de Madrid tiene un vínculo sentimental con esta ciudad, ya que en ella pasó la infancia a causa del trabajo de su padre, Gregorio Varela Mosquera, fundador, junto a Grande Covián, de la Nutrición española. Ayer presentó la jornada paralela celebrada por la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB).
– En la presentación del congreso se recordó que Granada ha sido elegida como sede no solo por ser una ciudad atractiva, sino porque es la cuna de la Nutrición en España, aludiendo a la Escuela fundada por su padre en la Universidad...
–Creo que se ha reconocido que, en un momento en que la Nutrición no existía, surgió en Granada esa Escuela a partir de la Fisiología. Si mi padre viviera y pudiera tener la suerte de disfrutar de cómo se ha ido desarrollando aquella Escuela de Nutrición y el nivel que tiene ahora, se encontraría más que orgulloso. Creo Escuela, dicho con mayúsculas, y a partir de Granada han surgido otros grupos magníficos en Murcia, Pamplona, Salamanca y Madrid.
–Le ha correspondido dar la bienvenida en la Jornada de la FIAB. ¿Qué papel juega la industria en el debate actual sobre Nutrición?
–Es magnífico que una jornada organizada por la FIAB se celebre en el entorno del Congreso de Nutrición y que la industria haya apostado claramente por ir de la mano del mundo científico y académico. Hoy en día ya entienden que si no hay evidencias científicas es difícil salir al mercado con un producto que tenga credibilidad. A pesar de las críticas que recibe la industria alimentaria, no se nos debe olvidar que sin ella no se hubieran podido solucionar los problemas de malnutrición que había hace treinta años, por ejemplo en Granada y otras zonas, llegando con alimentos variados hasta los lugares mas remotos. De ahí surge una revolución que permite poner 40.000 productos a nuestra disposición. La industria debe corregir y reformular los productos menos acordes con la dieta saludable, pero hoy en día hay herramientas para que seamos capaces de tomar una decisión correcta de qué tomar. Tenemos a nuestra disposición magníficas legumbres ya cocidas; si les añadimos una salsa de tomate, que las hay variadas, y un chorretón de aceite de oliva virgen, y con pan, en tres minutos tenemos un plato de dieta mediterránea con un coste relativamente bajo. Eso nos lo permite la industria.
–Se culpa en parte al abandono de la dieta mediterránea de la epidemia de obesidad. ¿Por qué hemos abandonado una dieta buena, barata y que, como usted dice, es fácil de preparar?
–Hace quince días treinta especialistas presentamos un documento de consenso sobre obesidad y sedentarismo. Hoy no existe duda de que el principal problema es la falta de actividad; eso no quiere decir que no tengamos que corregir ese abandono de la dieta mediterránea, sobre todo entre los mas jóvenes. Pero no basta con seguir una dieta mediterránea: si hacemos una dieta como las de nuestros padres o nuestros abuelos, tenemos que compensarla con un mayor gasto energético o podemos tener problemas de sobrepeso. Cada uno tiene que hacer una reflexión individual: tenemos la capacidad de elegir los alimentos que tomamos de manera autónoma, y también podemos elegir movernos o no movernos. Luego el entorno ayudará o no, pero la decisión es nuestra. En ocasiones parece que queremos echar la culpa a los demás...
–¿Es posible que con la crisis económica regresemos a esa dieta tradicional?
–Hay un porcentaje de población que se orienta a alimentos ricos en grasa y azúcares a un coste muy bajo y otro porcentaje que está volviendo a los platos de cuchara: se está recuperando el consumo de legumbres, de cereales, pan, pastas... Ese es un aspecto positivo. Pero no hay que olvidarse de que la dieta mediterránea no es solo lo que comemos, sino también un estilo de vida: se trata de recuperar esos alimentos y de que nos movamos, y así encima ahorramos en transporte.